Por Carlos Gallegos P.
A las 7 de la mañana, la avenida Río San Pedro Sur, allá por la hermosa Glorieta de los Niños Héroes, es un hervidero de actividad. Autos van, vienen, pasan veloces hacia los lugares de trabajo, hacia las escuelas, rumbo a otro día de febril ocupación, otra jornada de sol y calor, siempre a la espera de la lluvia ansiada.
Ellos, los que está usted viendo, también le hacen frente a la vida, valientes se levantan a enfrentarla.
Obviamente en curcunstancias de desventaja respecto a quienes por fortuna cuentan con un salario digno, con el cobijo de una seguridad social, médica, con una casa cómoda.
Ellos, hombres y mujeres, adultos y niños, según denuncia la foto, van hacinados al encuentro de una aventura incierta, solar, mal protegidos contra el inclemente clima con gruesas camisas, con toscos pantalones, con gorras corrientes que a medio día los asfixiarán, los harán sudar el sudor de la pobreza extrema.
Dios sea en ellos, en ellas, Dios ablande el corazón de sus empleadores y Dios nos haga más agradecidos por las bondades que desde su gloria eterna nos regala.