Enérgicos policías de los cercanos 40s, de tan variopinta vestimenta, toman la resolana ante la comisaría de Delicias, en 5a y 3a Norte, enseguida de la primera alcaldía.
Se alcanza a ver la grupa de un caballo ensillado por si no les surtían gasoavión para la única patrulla del alegre caserío.
A lomo del cuaco descachado, saltando acequias y entre las espinas, perseguirían a los malos.
Cuándo iban a soñar con los adelantos de hoy día, con capacitaciones y academias, con armas cortas y armas largas, con torre centinela, con prestaciones y seguridad médica, con cursos acerca de derechos humanos, ellos que habían sido dados de alta con sueldos de hambre y en base a su cachaza y talante feroz, muy frecuentemente más feroz que el de los delincuentes.
Tiempos trajeron tiempos.
En la otra foto, el contraste: Mario Fernández Ruiz, pacífico y talentoso dibujante de la Comisión Nacional de Irrigación, coautor de nuestro trazo urbano, diseñador de la Plaza de Armas, presidente municipal suplente, entre otras gracias de su vida y de su arte.
Posa al pie de la veloz avioneta en la que tomaba clases para piloto, despegando y aterrizando en el campo de aviación que iba de donde se construiría el Santuario de Guadalupe hasta la Loma de Pérez, sin escalas ni pago de derechos aeroportuarios.
Hablamos de 1949, y en proporción al tiempo y al número de habitantes entre aquel Delicias y la CDMX, en una nada7 esa pista tenía más pasaje que el Felipe Ángeles.
Tiempos trajeron tiempos.