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Crónicas de nuestro origen campesino

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Carlos Gallegos
Largos, eternos 75 abriles han pasado desde que los Medina Nevárez y los Reyes Ríos guardaron para usted estas fotos de aquel Delicias de apenas 14 años de edad.

El mundo acababa de superar la sangría de la Segunda Guerra, cuyos horrores estaban frescos y dolorosos.

En tanto que gringos, rusos, ingleses y franceses se repartían el botín sanguinolento, y Hitler, Musolini, Hiroito y demás monstruos empezaban ha ser un mal recuerdo, en estos rumbos de Dios florecía un nuevo modo de vida: la vida surgida de las entrañas de la tierra en forma de cultivos a base de agua almacenada en Boquilla, la gran presa construida capeándose las balas de la Revolución.

Atrás quedaría la agricultura temporalera, con los hombres y las mujeres del campo perpetuamente esperanzados en las bondades del cielo.

Los llanos yermos, los lomeríos pelones, el hábitat de los animales cerreros, la magra cosecha de unas cuantas cargas de maíz, unos pocos costales de frijol, unos pastos tacaños para mal criar las vacas flacas, la chiva escuálida, los caballos de silla que campeaban montados por jinetes solitarios.

Eso y poco más era el horizonte sin futuro mejor de aquellos viejos caseríos que habían sufrido la guerra apache, que habían visto el paso encadenado de Hidalgo, por donde había rodado la diligencia fugitiva de Juárez y su polviento frac y bombín.

En 1947 ya el agua del Canal Principal, el Distrito de Riego 05, el espejismo cercano del dulce embalse de las Vírgenes, los capullos del oro blanco, el olor y el sabor de las uvas criollas, el empeño y sudor de las madres y los padres fundadores del Delicias que iniciaba la historia de su historia, prometía un futuro menos duro.

Una de las fotos retrata un desfile de las Defensas Rurales por la solitaria Avenida 6a Norte, con caballos y guardianes flanqueados por los negocios pioneros, a la paciente espera del cliente adinerado o del cliente que llegaba al fiado, al abono semanal de su cuenta frecuentemente sin final.

En la otra, unos prósperos agricultores posan orondos y contentos en su camioneta de cran y redilas para la carga diaria.

Crónicas de nuestras huellas, huellas que delatan nuestro origen campesino, cimiente del Delicias de hoy, del Delicias de mañana, del Delicias heredado, del Delicias que heredaremos.

El compromiso ineluctable de los delicienses de hoy es el mismo de los delicienses de 1947: heredar un Delicias mejor.