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El dedal perdido

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Carlos Gallegos
En el Delicias de los primeros años, de los primeros lustros y las primeras décadas, todo escaseaba, casi todo faltaba, así que ha mano había que hacer casi todo.

La imaginación, el ingenio y el genio se imponían a la escasez, principalmente en el hogar, en aquellas casitas rústicas, primitivas, olorosas a hogar, a tierra mojada, a fritangas con manteca de puerco, a caldos saborizados con yerbas del campo, a tortillas recién salidas del comal ardiente, a lumbre de encino y mezquite, a sudor y sabor de hombre que entra cansado y asoleado luego de un intenso día en la parcela de fruto esquivo.

La indumentaria, los vestidos y las faldas al tobillo oculto, las blusas de los colores más coquetos, tanto para el diario andar como para dominguear, había que cortarlas a tijera, medir con cinta, modelar en maniquíes inventados, coserlas en aquellas máquinas de mano o de pedal, enhebrar los hilos, picarse los dedos con la punta filosa de las agujas, buscar el dedal perdido, planchar a plancha que vaporiza al tocarla con el dedo mojado para calibrar su calor.

Fue así que en su ayuda vinieron las primeras costureras, como la de esta foto del 11 de noviembre de 1938, conservada solo para sus ojos en el álbum de los Fierro Chavira.

Es Carmen Lozoya, una de las pioneras del corte y confección, quien en un cuartito improvisado como taller, en su casa de calle 4a Poniente 213, inicialmente con una máquina de manivela, después con una Singer de pedal, se convirtió en la modista y costurera de su sector, luego de medio pueblo, y se daba tiempo para peinarse y pintarse a la moda y, ya estaría sino, para lucir lucidoras prendas por ella elaboradas.

Si usted pasa por ahí verá la ventana del que fue su taller, y con una poquita de magia la verá a ella inclinada ante su máquina mágica confeccionando el más reciente pedido, que pagado al cash o al muy deliciense fianchis, contribuirá al gasto doméstico.

Si de pioneras, si de aquellas mujeres tan mujeres se trata, ahí tiene usted a Consuelo Marta, primera secretaria de la iglesia del Santo Niño de Colonia Terrazas, uno de los barrios primigenios de Delicias.

La foto, perteneciente a Socorro Castro, fue tomada casi ayer, en el verano ardiente de 1938.

Posa con su sobrinita Edwiges Levario, la tía muy de zapatillas, la sobrina de zapatos blancos y calcetas.

En este mes, mes de la mujer, bueno es recordar a tantas de ellas, que cada cual a su modo y manera, contribuyeron a hacer grande y hermoso nuestro grande y hermoso Delicias.